domingo, 22 de junio de 2008

Communication Breakdown (Autodefinido II).



El monstruo:

¿Me presento como dado? Por momentos padezco de certezas. Es grave: no son convencimientos dogmáticos o religiosos; está todo bien fundamentado. Dios sabe para qué… – y acá entra la voz de la esquizofrenia, el maldito espíritu de la contradicción.
Es un dilema constante. Estoy escribiendo. Voy a usar algunas palabras. Dirigiéndose uno en determinadas direcciones, suele terminar pisando ciertos palitos. Vamos –notá el plural- ¿vamos a decir otra vez que el arte, que la feminidad, que la soledad y la autodestrucción, que lo negro, la muerte, lo calladamente lúgubre pero agradable? ¿el remanso de la escalera en la estepa? Y lo otro es cien veces peor. La reiteración de la pose contestataria y darky o el riesgo (no solamente, acá también hay una certeza) de la cursilería a la que ineluctablemente –ya empieza la lírica- me veo arrastrado -¿ y ahora una imagen marina? ¿una figura minuciosa de la sensación del arrastrarse? ¿tal vez llevar el sentido del término al andar de los reptiles y recalcar su condición de repulsivos?- si me quiero escapar de la dulce máscara del abgrund.
-Acá se enoja un poco por la imposibilidad de la opción, despotrica dos párrafos (o tres) contra las mujeres en general. En realidad esto consiste en un engaño sencillo: la generalidad encubre de una impersonalidad segura lo que las particularidades responsabilizan, concretan y finalmente objetivizan (des-cualifican). No es cuestión, tampoco, de perder el tono poético y maricón.

-¿Pasás mucho tiempo solo? (Alejandra)
-¿Estás todo lo solo que deberías estar? (Franz)
-¿Padecés? Pese a la autosuficiencia literaria, filosófica, ¿padecés? (Feodor)
-¿Te la bancás sobre un sistema de relaciones muertas en el que desconfiás? (Fritz)

(Quedaron progresivamente más largas… )

Es una cagada, con este escepticismo unánime que me asaltó ya no puedo darle la parte ficcional del argumento anterior. No puedo intentar el tono de la mina, ni hablar el del otro tipo. Hasta simbológicamente el triángulo no es una cosa muy linda. Filosos los bordes.
El argumento, entonces, tiene que quedar así:
Los otros dos personajes carecían de ontología, eran accidentes, dependían de otro (el esquizofrénico) que, no queda otra, tiene que ser también el narrador. Suele ser el típico caso de la escritura, la relación del autor y los personajes.


La fotografía corresponde a Sergio A. Iturbe, a quien se agradecen la generosidad del empréstito artístico y la agudeza estética de la composición visual.

2 comentarios:

Serj Alexander Iturbe dijo...

De nada, de nada.

Damned Poet dijo...

Muy buena la foto, por otro lado. Nunca lo aclaré.
Nótese también que del lado femenino de la biblioteca los autores son francoparlantes, así como del masculino no sólo predomina el alemán , sino que de todos los germanos Nietzche tenía que ser el que los representase.
Y acá sí puede sospecharse demiurgia...