jueves, 11 de septiembre de 2008

Jurisprudencia y ornitología (título provisorio).



Un juicio oral. Una sala pequeña, paredes de madera. Olor acre. El juez, de traje oscuro, entra. La paloma ya estaba de pie.
El abogado a cargo de la defensa, raya al costado, escaso cabello marrón, parejamente pajizo como su existencia, se acomodó la corbata. Había, sí, un algo de nerviosismo, en el sentido literal de la palabra, celular, eléctrico. Tic (como hacen las lámparas). En la cara de los otros se leía: designado por el estado –la acusada, como resultaba evidente, carecía de capital alguno. Se sentaron.
Cuatro fueron llamados a testificar: El portero del edificio, la encargada de limpieza, los inquilinos del departamento contiguo –compartían una pared- y el empleado de mantenimiento de la empresa proveedora de gas. En el discurso de este último se aclaró la circunstancia del siniestro. La única salida de ventilación se encontraba obstruida. Un peritaje posterior comprobó la presencia de un cúmulo de palos secos de un pino cercano, ubicación que coincidía con el domicilio legal de la acusada se sospechaba que, en última instancia, la defensa iba a proponer negligencia. ¿Sería tan agudo como para adoptar un racionalismo francés del siglo XVII y negar la posibilidad de una razón en un pájaro? Por un par de lucas la paloma se hubiera conseguido un kantiano y ahí los quiero ver a saber: pared oeste de la torre “B” del complejo ubicado en avenida tal al etc. Los vecinos, una pareja jóven y su hijo de tres años, no habían escuchado un sonido por tres días. La víctima, un estudiante de vintipico de años, se había “enclaustrado” estudiando durante el lapso, y apenas si se escuchaba el lamento de la puerta cada dos días –la madre rompió en lágrimas-. Un buen muchacho, señor abogado.
Alguien recordó que la fecha de los exámenes finales de invierno era próxima a la del siniestro. La nota del término invierno era explicativa: una cocina utilizada para calefaccionar el departamento consumió, paulatinamente, todo el oxígeno. La autopsia confirmó una cirrosis avanzada y restos de marihuana en el cuerpo. El salto lógico fue estaba drogado, no notó la falta de aire, murió dormido sobre la mesa, babeando un asco, lo encontraron tarde, la saliva era una mancha apenas oscura en la mesa de madera y el cuerpo estaba blandito por el gas blanco y verdoso tirado arriba de la mesa sonriendo como para que el igualmente blando pero voluminosamente lípido portero no devolviera al suelo un pebete semidigerido y otros restos indistinguibles la encargada especificó: con un libro al lado. Alguno se conmovió, seguramente.
La defensa intentó, en varias ocasiones, primeramente inculpar y luego responsabilizar parcialmente al responsable de la instalación del sistema de ventilación. Pobre, no sabía que era el hijo del juez. Los querellantes, la familia del jóven fallecido, estaban bien representados, Monte del Pino fue capaz de mandar a declarar a la paloma. Recordó, luego, durante cuarenta minutos, cómo Aristóteles valoraba la doxa y aquel refrán que reza el silencio otorga. Victoria automática, después de cuarenta y cinco minutos, todos tenían hambre miraba fijo a un lugar indefinido entre la nariz y la ceja izquierda del juez, un ulular la hubiera salvado y sin embargo estoicamente calló y ahora lo mira el abogado defensor se acomodó la corbata, pero se quedó a escuchar la sentencia, estaba acostumbrado a la derrota. Tres del fondo se sorprendieron al escuchar la pena máxima. La decisión se apoyaba en la jurisprudencia y ciertas ventajas materiales. De la reciente ejecución de un conejo había quedado una silla eléctrica a escala construida ad hoc, totalmente funcional, que casualmente se encontraba en el tribunal ese día.
Se resolvió resolver la condena in situ. La defensa protestó por la insistencia de los latinismos, pero el juez hizo oídos sordos. Un policía provincial trajo la sillita. Otro intentó tomar a la paloma, que se resistía. Finalmente, la ataron y conectaron el aparato a la corriente. El juez, sorprendentemente, miró para otro lado cuando accionaron la palanca. Diez segundos después, la desenchufaron.
Murmullo, se paran, se saludan, se levantan. Se van. La paloma es llevada a la morgue municipal.

8 comentarios:

Serj Alexander Iturbe dijo...

Una paloma más en el obituario barrial.
Y sí...
Vamos a recapitular...

"¿Sería tan agudo como para adoptar un racionalismo francés del siglo XVIII y negar la posibilidad de una razón en un pájaro?"

"Recordó, luego, durante cuarenta minutos, cómo Aristóteles valoraba la doxa y aquel refrán que reza el silencio otorga."

Metafísica I y Filosofía Antigua, respectivamente. Así se empieza a morir el tejido...

Parece que el estudiante es el narrador, más que la víctima.

¿No será racionalismo francés del Siglo XVII en vez del XVIII?

Rápido... Buscá un racionalista francés del siglo XVIII que te salve las papas antes de que quedes como un australopitecus...

Buena muerte la de la paloma, aunque te juro que prefiero los suicidios. (Jajaja)

No me gusta el estilo.

Nada más.

Damned Poet dijo...

Citas? Crítica literaria rigurosa? Alguien más (en todo caso) también está siendo abducido por los contenidos de la Academia (Dios la tenga en la Gloria).
Lo del racionalismo del dieciocho es una pifiada que podrías haber dejado pasar en un crítica tan sagaz como la que realizaste. Es cierto que una "I" de más puede matar a más de un francés, pero estaba pensando en un cartesianismo del diecisiete igual que vos. Lo mismo introducción, metáfísica I, moderna, teoría I y etcéteras, Descartes abundan en esa carrera, aunque no haga falta cursarla para conocer la fama del racionalismo al que apuntaba en el texto. No pretendía culteranismos.
Eso por un lado.
Ahora enserio:
Acuerdo, yo mismo te había advertido que el problema central que había tenido con este texto y con el que sigue ("Zack el judío y un par de piernas negras") eran precisamente cuestiones de estilo. Para precisar, amorfo el primero y bukowskiano el segundo, aunque creo que esto se anticipa ya desde los títulos de cada uno.
También dije que, lo único que me gustaba era la muerte de la paloma, la sillita eléctrica que más de un lector me anunció como graciosa en calificativos de magnitud variada.
En conclusión, pensás lo mismo que yo. Lo cuál vaya uno a saber qué importancia pueda tener...
Andá, Ale-Goría de la Caverna, a hablar de putrefacciones filosóficas en textos de intención literaria, jajajajajaja.

Serj Alexander Iturbe dijo...

Ay, Dibujo, Dibujo...

Serj Alexander Iturbe dijo...

P.S. ¿Tan difícil es encontrar un racionalista del Siglo XVIII?
¿O pecan de iluministas?

Serj Alexander Iturbe dijo...

Ah, me olvidaba...
¡Cuidado con los argumentos ad hominem!
Ah, no.
Lógica I se rinde libre, y no recuerdo si en el Mundo de Tarski habían falacias no formales.
No, creo que no.
En fin.
(¿Record de comentarios?)

Serj Alexander Iturbe dijo...

No.

Serj Alexander Iturbe dijo...

A ver...

Serj Alexander Iturbe dijo...

¡Ahora sí!